Somos un país con demasiados paraísos por descubrir, con sitios paradisíacos que podemos disfrutar con solo salir a caminar, este lugar es uno de esos. Cuenta la leyenda que por allá en 1500 algo, en la época en que los frayles estaban en la tarea de convertir a los indígenas a su religión española, ellos vieron la imagen de la virgen en la casa de un frayle enfermo y le hicieron saber que ellos sabían de una imagen de las mismas características enclavada en el valle que conforman los ríos Queremal, Dagua, Anchicaya y Raposo, un sitio oculto, metido en la mitad de esas montañas, una virgen de piedra, me imagino cual seria el asombro del padre Miguel de Soto, cuando fue llevado por los indígenas y descubrió que lo que le decían era cierto. Lo que sucedió de ahí en adelante sigue siendo parte de la historia, de la leyenda.
Estamos en el parque nacional natural Farallones de Cali, de eso dan fe todos los arroyos, quebradas y riachuelos que vienen de la montaña, aguas cristalinas, deliciosas. Es una caminata con el sol a cuestas, con la opción de refrescarse en algún hilo de agua, pero desde el momento que se esta observando la cascada, se sabe que esconde una riqueza en su caída, una riqueza innombrable, incomparable, esa riqueza que llena tu cuerpo, tus emociones y que perdurara en el tiempo, tal vez dejándola de legado a alguna otra persona a la que en cualquier ocasión invites o le compartas su paradero.